miércoles, 8 de febrero de 2017

Malo Bono, Bono malo

Por curiosidad malsana, que no por interés, he comenzado a ver "Mi casa es la tuya", el expositivo de las riquezas de los bendecidos por el dólar que nos presenta Bertín Osborne en la "tele", porque el elegido para la loa hoy era José Bono. Digo que mi curiosidad era malsana porque, en realidad, el personaje no me atrae nada sino, más al contrario, le profeso un profundo desprecio. Y quiero dejar esto claro desde el primer párrafo para que las cartas estén boca arriba desde el inicio; quizá Bono, si llegara a tener la fortuna de que leyera estas líneas, no entienda esta jugada de apertura porque lo que él acostumbra es a guardarse algún as de otra baraja en la manga cual tahúr del Mississippi que diría su celebrado Alfonso Guerra.
Sin embargo, mi aproximación al Osborne magacine ha durado lo que tarda en persignarse un cura loco. Exactamente ha durado el tiempo en que Bono ha demostrado lo malo que es. Malo. ¿Malo? Muy malo. Pero malo desde las tripas. No ya de corazón o cabeza, sino de más abajo, de todo el cuerpo, de esencia. Quizá por ello nació en un hogar bendecido por el apellido para que, al menos, en su vida tuviera algún asidero a algo parecido a la bondad.
He de decir que antes de que eclosionara mi paciencia ante el televisor, Norberto ya le había puesto en suerte al acentuar algún rasgo de su vida con el ex párroco de su pueblo, un cura de los que ya no van con sotana ni alzacuellos y que, quizá por eso, ha pasado el filtro del guionista bonoense. Que sí, que Joselito era mu bueno y que le afectó mucho eso de ser hijo único. Pobre. ¡Ah!, y por supuesto ya había repetido el mantra que nos arroja inmisericorde desde que tenía pelo en primera instancia: que su padre era falangista y que él aprendió por ello a querer y respetar a la derecha... porque para demócrata él que quería un güevo a su padre.
Bueno, pues situado ya el verraco, va Norberto y le pregunta, con la inocencia ignorante que le caracteriza: "Oye, Pepe -o algo así-, a ti te ha defraudado algún representante de la Iglesia, verdad". "Pueggg ji, Bertín". Y cuenta Don Bono que una vez vio a San Juan Pablo II amonestar desde la altura con severidad descarnada y un dedo acusador a un pobre curita llamado Ernesto Cardenal que delante de él, arrollidado, le pedía perdón. "Y egg que, cómo era el polaco". Para rematar la faena con  otro recuerdo, también de San Juan Pablo II, celebrando una misa en Chile para Pinochet. "Pueggg qué quiereggg que te diga, Bertín, a mí ejjaggg cojjaagg... pueggg no me gugggtan". Chin pon!
Bono es malo. Pero lo peor de Bono es que parece bono. Con ese tupé estrenado que se ha puesto, y ese cuerpecito de dúo dinámico que le ha salido, y ese padre falangista, ¡coño!, que tanto quería y tanto hizo por él. Y ese hablar tranquilo, y ese democratismo que le exuda por todos los poros, y ese catolicismo que derrama a manos llenas aprendido no de la jerarquía malvada y maléfica sino de la esencia jesusiana y galilea mamada en San Carlos Borromeo.
Pero, ¿por qué Bono es malo? Quizá por muchas cosas, pero sobre todo por una: porque su verdad está impregnada hasta el tuétano de la mentira de la tibieza y la media verdad; porque su lengua no es ya viperina sino triperina; porque su caricia rasga la piel hasta la sangre. Y para muestra el botón regalado a Norberto en su casa, que no es la suya, sino la suya, vamos la de él que no la del otro.
¿Quién es Ernesto Cardenal? Es muchas cosas, entre ellas cura. Pero, claro, cura de los que le molan a Bono. Cardenal fue el líder carismático de la teología de la liberación, el comunismo cristiano, o el cristianismo comunista, y formó parte del gobierno sandinista de liberación nacional, comunista claro, y ciertamente alineado con la violencia populista. Decir que Cardenal propagaba doctrinas apóstatas de la fe católica no es más que una evidencia. La catadura de Cardenal se palpa cuando tras el perdón que le ofreció el Papa Francisco (éste sí le mola a Bono) en 2014, salió diciendo que ese perdón no iba con él y que no significaba que le fuera levantada la suspensión para el ejercicio del sacerdocio que le impuso San Juan Pablo II treinta años antes, y que, ¡vaya!, que se pasaba el perdón por el forro de sus vergüenzas (o algo así). Éste es Ernesto Cardenal, un sujeto cuyo arrodillamiento ante el Papa polaco ya se ve que tenía mucho de mise en scene y poco de verdad.
San Juan Pablo II, todo hay que decirlo, no sabía bailar. Algo malo tenía que tener, coño. Y cuando vio a Don Ernesto arrodillado... pues no lo pilló y le dijo, cara a cara, y sin inquietarle ni preocuparle que le estuviera viendo el mundo entero, lo que tenía que decirle, esto es, que el daño que le estaba haciendo a la Iglesia que su alzacuellos proclamaba era inmenso. Y ¿por qué se lo dijo... y así? Porque San Juan Pablo II era de verdad, íntegro, de una pieza, sin implantes capilares ni ges en vez de eses. Bono, claro, ante esto se gripa pues no entiende ni entenderá el concepto básico de la palabra integridad ni, menos aún, el de valentía.
Y, ¿quién era Pinochet? Un dictador. Pero no un dictador cualquiera, no. Un dictador de derechas. Mu malo, mu malo. Y, ¿qué hizo San Juan Pablo II? Visitar su país, como líder de otro, el Vaticano, y celebrar misa para acabar dándole la comunión al dictador. ¡Qué aberración! Habráse visto. Ahora, a Bono no le importa más que la sal gorda. Nada le interesa, por ejemplo, que en aquella visita Pinochet le dijera al Papa polaco que a qué venía que la Iglesia valorara tanto la democracia cuando cualquier otro medio de gobierno es tan bueno como ése, y la respuesta que le dio San Juan Pablo II también en su puñetera cara: "No. La gente tiene derecho a gozar de sus libertades, aún si comete errores en el ejercicio de ellas." Y esto es sólo un botón de muestra de lo que el Papa polaco discutió con Pinochet. ¡Y, de nuevo, de frente, a las claras, sin miedos ni respetos humanos! De nuevo esto a Bono le chirría. Por supuesto que Don Bono ha olvidado la visita de San Juan Pablo II a Cuba y la misa que celebró ante Fidel Castro. Pero es que, claro, Fidel era un dictador de izquierdas, mu bueno, mu bueno.
Sólo eggcuchar cómo Don Bono dice Juan Pablo II irrita además del oído la epidermis. Y ver cómo Norberto, que se moja menos que un scochtbritte en el Gobi, le lametea sin decoro produce, aquí sí, asco. Mira, Bertín, majo, mi casa no es la tuya ni lo será, y menos mientras que tengas amiguetes como Bono que hacen dudar de cómo Dios será capaz de conjugar su inmensa justicia con su inmensa misericordia. Habrá que estar atentos no ya a la tele sino al Juicio: lo que nos vamos a escojonar.

2 comentarios:

  1. Buenísimo. Bono es como los lobos con piel de cordero; nada nuevo.

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  2. Bonísimo, diría yo. Retratado queda el personaje pues a ojo público se expone y como tal se le retrata. El retrato íntimo queda para la propia conciencia y la misericordia que siempre nos baña desde lo alto

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