EL MADRID NO ES UN EQUIPO DE FÚTBOL
Ya sabemos aquello que decía no sé quién de que el fútbol es un deporte en el que once hombres juegan frente a otros once y siempre gana Alemania. Al ritmo que vamos habrá que empezar a cambiar el refranito con la variante de que el fútbol es un deporte... y siempre gana el Real Madrid.
Es verdad que el Madrid no juega un pimiento. Lo que no es tan claro es lo que cada uno entiende por pimiento. En realidad el pimiento al que ha jugado el Madrid desde siempre ha sido el italiano, largo, verde, bueno para freír, que con un poco de sal y una pizca de pimienta está de rechupete. El juego del Madrid siempre ha sido directo como largo es el pimiento italiano; rápido, vivaz, ahorrativo, donde tres pases son un derroche si se puede llegar al área en dos. El Madrid es Santillana metiendo al portero, con pelota y todo, dentro de la portería. El Madrid es Gento parándose a mirar atrás cuando se daba cuenta de que las gradas con gente habían desaparecido y estaba llegando al río. El Madrid es Benito y su filosofía cuántica definida como balón o tío, pero nunca balón y tío.
Siendo así el pimiento al que juega el Madrid no es de extrañar que Caballo Loco vuele sobre el nido del cuco y suene la última campanada que abre la jaula del animalito. Qué va a ser suerte! Suerte es que cuando ya no tienes nada que hacer porque estás más tieso que la mojama llegue Obrebo (o como coño se escriba) y le invente a la Masía un par de penalties de los que ni con efectos digitales salen en el FIFA 17. Eso sí que es suerte... o como se llame en el argot jimymontanesco.
Y es que, en realidad, el Madrid no es un equipo de fútbol. Es más bien una necesidad social que oxigena los pulmones cada vez más vacíos por la sangre que Montoro nos succiona. No necesita el Madrid de estrategias, pizarritas magnéticas ni variaciones tácticas. Lo que precisa es lo que ahora tiene, un tipo calvo en la banda al que el traje le queda como a nadie, que ha sido cocinero, vendimiador y carnicero antes que fraile, y que se limita a hacer lo que tiene que hacer: liberar a Caballo Loco cuando la luna llena se posa sobre el Bernabéu y dejar que actúe.
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