Reflexiones, propias y ajenas, sobre el mundo que nos engloba, siempre desde una mente jurídica
lunes, 12 de diciembre de 2016
Qué gran hombre Luis Enrique I
Hoy se ha celebrado el sorteo de la Champions y a mi modo de ver sólo ha servido para confirmar que Luis Enrique I, entrenador del Barça, es un gran hombre. Dijo hace unos pocos días, casi literalmente, que observáramos los posibles rivales del Barça, nos fijáramos en el segundo más fuerte y sabríamos el equipo al que se enfrentarían. ¡Y dicho y hecho! Considerando que el más fuerte convendremos que es el Bayern, el segundo era claramente el PSG. ¡Jo, qué tío! Esto sí que es un hombre de los de la antigua alianza, cual Jeremías, Ezequías, Melquisedec, profetas del devenir futuro, transmisores de la palabra del Altísimo. Nada de rappeles, aramisesfusteres, octaviosacebes, ni sandrosreyes. Joel, Elías, Amós, Abdías, Jonas, Habacuc, Sofonías, Zacarías...
Pero, por encima de todos, Job, aquel santo varón que se quedó sin bienes y en la miseria, para después ver plagado su cuerpo de llagas y, aún así, perseverar en su amor al Dios de sus padres pese a proclamar: "Clamo a ti y no me respondes, permanezco ante ti y no me miras. Te has vuelto cruel conmigo, me persigues con la fuerza de tus manos. Me levantas a lomos del viento, me haces estremecer en la tormenta." Y es que la sonrisa de Luis Enrique I después de proclamar su profecía dice mucho de su fuste de hombre acostumbrado a soportar pesares sin cuento, a aceptar la voluntad de esos dictadorzuelos de la UEFA amachambrados a la grúa de ACS y decididos a calentar las bolas que hagan falta y dejar fría la única que señalará al Barça.
Después de esta señal del cielo -que para mí lo ha sido- estoy por hacerme culé, separatista y mediterráneo. Ése es el líder al que querría seguir, un William Wallace de nuestro tiempo que sacará las lanzas para conquistar París y, lleno de sudor y sangre, presentar la ofrenda en el salón de celebridades donde se resuelva el enigma del próximo sorteo, mientras espere un nuevo Goliath al que derrotar.
¡Viva Luis Enrique I! ¡Abajo el opresor blanco infame! ¡Viva el Barça manque pierda! ¡Todos juntos a París, y luego a Múnich, y luego a Turín, y luego a... Madrid, a conquistar la urbe que nos sojuzga y nos impide ser libres! Y es que... ¡no hay nada como ver la luz y ser discípulo del profeta, de nuestro nuevo profeta! Esperemos, pues, al mesías. A otro, claro. Uno nuevo, se entiende. Y Luis Enrique I... su profeta.
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